Historia anterior: La reina
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—
No lo entiendo —lloró—. No… no… no… ¿Cómo es
posible?
El rey comenzó a
mecerse con intención de perderse en su propia mente. Ambos hombres quedaron en
silencio, sólo llegaba a ellos el sonido de la madera crujiendo en la chimenea.
Drystan no podía evitar sentirse invadido por un sentimiento de culpabilidad
mientras veía como Dwyn se hundía y eso le resultaba doloroso, había pocas
personas en el mundo a las que quisiera más.
—
Te lo dije desde el principio. Te dije que lo
intentaría, pero que no podía prometerte nada…
—
No creo que te importe demasiado.
—
No seas injusto.
—
Tu vida es tan sencilla que…
—
Que… ¿Qué? —explotó—. ¡Todo lo que he hecho en
mi vida ha sido para mejorar la tuya! Para mí eres más como un hermano y es
algo que he respetado por encima de todo. Siempre. Llevo enamorado de Moira
desde que la vi por primera vez en una fiesta cuando éramos apenas unos niños. Me
obligaron a casarme con Eda, tuve que ver cómo te casaban a ti un año después
con la mujer de mis sueños, vi como caías rendido ante ella y jamás he tratado
de faltarle al respeto, ni a ti, ni a mi esposa. ¡A nadie! Anoche no sucedió nada porque ha sido ella quien ha caído ahora rendida a ti. ¿Eres
consciente de que hace tan sólo unos años podría haber conquistado a Moira? Si
lo hubiese hecho entonces, ahora tu ofensa sería muy diferente, y… ¿Quién sabe?
Lo mismo tendrías ese heredero que tanto anhelas. Anoche traté de conquistarla
y te fallé, sí, pero ella no te ha fallado a ti, por eso deberías sentirte
feliz.
—
Yo sólo quería vivir la sensación de esperar un
hijo, de ser padre, aunque fuese mentira, como lo es todo en mi vida.
—
Ella no es ninguna mentira.
—
Ahora ya no.
—
No se merece…
Dwyn hizo un enorme
esfuerzo para incorporarse, dejando caer su tapado, y cubrir con sus manos la boca de su primo, como un infante que
cree que por no dejar a los mayores hablar sobre la realidad ésta quedase anulada.
Ambos fueron conscientes del error que habían cometido.
Drystan, con
aire sombrío se liberó de las manos de Dwyn y le observó detenidamente. Parecía
realmente desesperado y asustado.
— Díselo.
— ¡Me
odiará!
— Tienes
que ser sincero con ella.
— Tengo
miedo…
— No
debemos ocultarle la verdad… ni debimos hacerlo. Yo sólo jugaba a traicionarte,
ella se enfrentó a ese sentimiento con todas sus fuerzas. No sé por qué te hice
caso…
— Porque
la sigues amando, era la oportunidad de que fuese tuya con mi consentimiento.
Espero que cuando yo no esté te acepte y se case contigo.
— Tienes
que hablar con ella. Piénsalo detenidamente, busca las palabras que tengas que
decirle y pídele perdón, luego lo haré yo.
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